Las tragedias se miden por la inexactitud de sus primeras cifras y el caos. Los primeros reportes del incendio de Mesa Redonda hablaban de 67 muertos. A las 48 horas, el reporte oficial se elevó a más de 280. Ahora se sabe que fueron más de cuatrocientas las víctimas del siniestro.
A los fotógrafos, bomberos y policías que llegaron aquella noche del 29 de diciembre de hace 20 años, no se les borrará de la memoria olfativa, el olor a cuerpos carbonizados. A cenizas. A lodo. Aquella masa informe y chiclosa en que quedaron convertidos los cuerpos.
Y todo lo originó un “chocolate”, un pirotécnico que era probado dentro de una galería que a su vez era almacén de fuegos pirotécnicos. Todo sucedía a solo un kilómetro de la plaza de Armas de Lima.
“Mucha gente que quedó atrapada y solo se le reconoció por el pelo, nada más”, recuerda el excomandante del Cuerpo General de Bomberos Voluntarios del Perú (CGBVP) Tulio Nicolini, quien estuvo a cargo de la emergencia, donde participaron 14 compañías de bomberos y unos 250 hombres de rojo.
Contra el fuego
Los bomberos tenían abastecimiento de agua para las bombas; además, Sedapal y las municipalidades apoyaron con camiones cisterna.
El problema era llegar al corazón de la emergencia: mientras los hombres de rojo trataban de avanzar para luchar contra el infierno y salvar vidas, los ambulantes y comerciantes obstruían el paso con sus carretillas. Su preocupación era salvar su mercadería. Paradójicamente, muchos se encerraron en los inmuebles, negándose a deshacerse de sus productos. En ese lapso, el fuego consumió dos manzanas juntas.
El excomandante Nicolini cree que se hubiera podido actuar más rápido sin la muchedumbre en contra. Nuestra falta de ciudadanía pasándonos factura.
Eran fiestas de fin de año y el presidente Alejandro Toledo se encontraba con su familia en el balneario de Punta Sal (Tumbes). Nicolini lo mantuvo al tanto de los hechos y a las tres de la madrugada, Toledo ya estaba en el lugar de la tragedia.
El jefe de Estado declararía duelo nacional por las víctimas (domingo 30 y lunes 31 de diciembre) y anunciaría la prohibición de la producción y comercialización en el país de productos pirotécnicos.
El incendio se inició alrededor de las seis de la tarde, en una tienda de la galería comercial del número 877 del jirón Andahuaylas, en el cruce con el Jr. Cusco, en Barrios Altos.
Lo que permitió la propagación del fuego (que colapsaría 25 inmuebles, entre ellos 15 galerías comerciales) eran los edificios que tenían ambientes acondicionados como almacenes, donde se guardaba mucho material inflamable y pirotécnicos, tan demandados por entonces para las fiestas de fin de año.
A dos décadas del incendio, Nicolini lamenta que el número de ambulantes en los alrededores del Mercado Central y Mesa Redonda aumente en fiestas de fin de año. “Eso es inevitable, y no depende de nosotros (los bomberos). Es un factor de seguridad que depende de Defensa Civil o de la municipalidad respectiva”, dice.
¿Lección aprendida?
Pero, ¿hemos aprendido de esta lección? “No hemos aprendido nada, señor. Porque seguimos siendo unos irresponsables en estas cosas. Esa es la verdad”, enfatiza Tulio Nicolini, quien recordará siempre a Mesa Redonda, que fue una de las emergencias más grandes que tuvo que cubrir en sus más de 50 años de servicio activo.
Saúl Montenegro, secretario técnico del Comité de Seguridad contra Incendios de la Sociedad Nacional de Industrias (SNI), recuerda que en el país tenemos las regulaciones necesarias, que datan del 2006, como la norma A130, de seguridad contra incendios. Aunque en el 2017 se discutió, dicha norma no se ha cambiado “porque las normas involucran productos y nadie se quiere sentir excluido”.
Montenegro señala que el Perú ha adoptado los estándares de la industria de la protección de incendios de Estados Unidos, excluyendo por ejemplo los estándares europeos.
“Y las regulaciones deberían de tomar en cuenta los estándares internacionales que se fijan como un punto neutral, donde participan todos los países y se apliquen a sus realidades”, opina.
Los extintores son la primera línea de defensa contra incendios en los primeros dos minutos de un siniestro y, si no funcionan, el incendio se propagará rápidamente.
Al respecto, el Ministerio de Energía y Minas, junto con la SIN, Osinergmin e Inacal han iniciado un proceso para que el país cuente con empresas de servicio técnico de mantenimiento de extintores debidamente certificadas, serias y formales. En el 2020 se empezó a trabajar y se espera que para el próximo año ya se pueda contar con un esquema elaborado por estas entidades.
De otro lado, Montenegro señala que carecemos de una fiscalización profesional en la seguridad contra incendios, que en otras partes del mundo es una ingeniería especializa no solo unos talleres de capacitación.
Esta carencia de profesionales calificados, señala, permite que falten precisiones en las observaciones de las edificaciones, y seamos “muy discrecionales a la hora de visitar una instalación”. Lo que pone en riesgo la seguridad humana.
Lo positivo
Un impacto positivo del incendio en Mesa Redonda es que hoy en día los incendios originados por pirotecnia no son tan impactantes ni siniestros como los sucedidos en el 2001, ya que hay una mejor regulación por parte de la Superintendencia Nacional de Control de Servicios de Seguridad, Armas, Municiones y Explosivos de Uso Civil (Sucamec).
“Solo quedan pequeñas mafias que fabrican y venden pirotécnicos de manera más personalizada en el mercado ilegal”, dice el especialista.
Fue de origen muy distinto al incendio del edificio Nicolini (2017), producido por el apilamiento de material inflamable y donde fallecieron dos jóvenes: hasta hoy en la zona de Las Malvinas no hay una “clasificación de riesgo”, y los almacenes informales continúan, dice Montenegro.
“La prevención de incendios es algo que no se trabaja en el país y las estadísticas no son muy específicas. Nos ayudaría mucho si fueran detalladas”, finaliza.
Fuente: Andina