El domingo 24 de junio de 2001, el sector de Niño Jesús, un barrio pobre en el oeste de Caracas, se despertó con un pequeño grupo de periodistas que fotografiaban la fachada de una casa que destacaba en la zona por ser más grande y menos humilde que las demás.
Si bien era y continúa siendo una zona con altos niveles de delincuencia, sus habitantes nunca habían estado acostumbrados a la presencia de la prensa ni de la policía.
Sin embargo, el origen del alboroto aquel día no era la delincuencia común, sino que las autoridades venezolanas acababan de capturar en esa casa a un tal Vladimiro Montesinos.
«Pero, ¿quién es ese?», se preguntaban desconcertados algunos vecinos del humilde barrio. Muchos no tenían ni idea de que se trataba de uno de los hombres más buscados en toda América Latina y que estaba incluso solicitado por la Interpol.
En Perú lo acusaban de corrupción, extorsión, lavado de dinero, narcotráfico, tortura, tráfico de armas, terrorismo, violación de derechos humanos, entre otros delitos.
Acusaciones de espionaje y traición
Vladimiro Montesinos nació y se crió en el seno de una familia arequipeña de clase media. «Digamos que eran clase media ‘distinguida’ por distintas razones, más intelectuales que económicas», dice Luis Jochamowitz, periodista y autor de los libros «Ciudadano Fujimori» (1994) y «Vladimiro: Vida y tiempo de un corruptor» (2002).
«Un tío suyo, Alfonso, fue un senador radical importante en los años 60 y tiene familiares cercanos que eran miembros conspicuos del partido comunista», prosigue.
Sin embargo, su padre fue lo que Jochamowitz describe como «una oveja descarriada» que no terminó su carrera, además de tener una «muy cercana relación con el alcohol».
A los 20 años, Vladimiro Montesinos se graduó en la Escuela Militar de Chorillos, en Lima, y luego comenzó una prometedora carrera en el ejército, convirtiéndose en capitán.
Pero sus aspiraciones militares se derrumbaron por completo poco después.
En 1976, un mayor del Servicio de Inteligencia del Ejército lo acusó de espionaje y traición, asegurando que Montesinos había compartido documentos militares con la embajada de Estados Unidos en Lima.
«Fue expulsado (del ejército). Estuvo preso y se le hizo un juicio, pero salió relativamente bien librado porque podía implicar a muchos militares de más alto rango que él», detalla Jochamowitz.
El Consejo Supremo de Justicia Militar lo condenó por «falsedad y desobediencia» en 1977.
Pero Montesinos renovó su imagen y reapareció poco después con un título de derecho, incorporándose al Colegio de Abogados de Lima.
Los vladivideos y el principio del fin
No obstante, sus años cumbre llegaron cuando Alberto Fujimori se hizo con la presidencia de Perú, en 1990.
Según varios reportes, el dúo se conoció durante la campaña electoral. El abogado Montesinos defendió al entonces candidato Fujimori, quien había sido acusado de fraude.
Así fue como el astuto arequipeño comenzó su ascenso al poder. Cuando Fujimori ganó las elecciones generales, lo puso al mando de los organismos de seguridad y de inteligencia. Más tarde llegaría a ser considerado como el «poder detrás del poder» por varios medios peruanos.
Se mantuvo en la cima por una década, hasta que en el año 2000 se convirtió en el eje de un escándalo que terminó acabando con la presidencia de Fujimori: los «vladivideos», una colección de cintas caseras elaboradas por Montesinos, en las que se le ve sobornando a políticos y empresarios.
Una de ellas muestra a Montesinos ofreciéndole dinero al congresista Alberto Kouri para que se pasara al entonces partido de gobierno, el extinto Perú 2000.
«Era un grabador compulsivo de reuniones. Una de esas cintas, una de las menos importantes, se divulgó por la televisión. Aparecían cerros de dinero, literalmente cerros, fajos gigantes», recuerda Jochamowitz.
Huída en un yate
Ese video marcó el principio del fin de una de las etapas más oscuras de la historia contemporánea de Perú.
La reacción del público fue tremenda y, según Jochamowitz, ante la posibilidad de que Fujimori lo traicionara y lo utilizara como chivo expiatorio, Montesinos decidió huir del país.
«El gobierno de Fujimori ya estaba muy golpeado. Tenía once años en el poder, pero planeaba quedarse cuatro más. Los ‘vladivideos’ hicieron que la situación se volviera insostenible», prosigue el periodista.
Poco después de su desaparición, surgió un video presentado en el Parlamento peruano, en el que se ve a Montesinos huyendo en un yate que lo llevó primero a las islas Galápagos, en Ecuador, y después a Costa Rica.
Pero rápidamente tomó fuerzas la versión de que Montesinos estaba en Venezuela, lo cual desató tensiones entre Caracas y Lima.
Para diciembre, tanto los medios como la clase política peruana acusaban al gobierno venezolano de proteger a Montesinos.
Cambio de rostro
A mediados de ese mes, surgieron reportes de que Vladimiro Montesinos se había sometido a una cirugía plástica en Caracas para cambiar el aspecto de su rostro, en un intento por continuar eludiendo la justicia.
Según Luis Ponte, director de una clínica privada en la capital venezolana, un tal Manuel Antonio Rodríguez Pérez -el mismo alias que Montesinos habría utilizado para ingresar al país-, se operó en su centro médico y se fue sin pagar.
Ponte le dijo a la agencia Reuters que pensó que Rodríguez Pérez era un venezolano común que sencillamente se quería operar.
«El paciente se sometió a una cirugía de reconstrucción en la nariz y los párpados y se fue con la factura aún pendiente», agregó.
Inicialmente, las autoridades venezolanas negaron en numerosas ocasiones la versión de que Montesinos había ingresado a Venezuela, pero a finales de abril de 2001, el entonces ministro del Interior y de Justicia de Venezuela, Luis Miquilena, admitió que el prófugo de la justicia «había estado» en Venezuela.
Miquilena también confirmó que Montesinos se había sometido a una cirugía facial en una clínica caraqueña, como lo habían informado los medios de comunicación.
Intento fallido de captura
Estas declaraciones tuvieron lugar luego de que fracasara un plan para detener a Montesinos, quien había sido ubicado en los llanos venezolanos por una periodista venezolana.
Patricia Poleo, obtuvo y publicó reportes de que Montesinos se hallaba en la hacienda «Hato Piñero» en Cojedes, uno de los estados más remotos de Venezuela, ubicado en el centro-norte del país.
El sábado 21 de abril, las autoridades venezolanas efectuaron un operativo en el que participaría el ministro de Interior peruano, Antonio Ketín Vidal, quien había viajado desde Perú, pero al llegar, los agentes venezolanos le dijeron que no habían encontrado nada en el lugar.
«Cuando llegamos al aeropuerto hubo una prolongada demora administrativa que nos impidió actuar con rapidez», le explicó Vidal a la prensa.
Un reportero, quien estuvo presente durante el operativo, aseguró que la policía tardó 19 horas en actuar tras haber obtenido la información.
«Las autoridades de mi país no tienen la voluntad de capturar a Vladimiro Montesinos», denunció en su momento Patricia Poleo.
El periodista Luis Jochamowitz señala que la versión ofrecida por Poleo, de que Montesinos habría estado en Cojedes, nunca fue posible de confirmar.
«En menos de lo que canta un gallo»
«Pero lo que sí se sabe es que estuvo en aquella barriada pobre en el oeste de Caracas. Estuvo bajo el control de un grupo, que se sospecha estaba relacionado de alguna forma con el servicio de inteligencia de Venezuela», añade.
«La razón de por qué terminó en Venezuela todavía es un misterio. Se suele decir que fue a Venezuela porque tenía un pacto con Chávez, quien había estudiado en Perú cuando era cadete y tenía buenos vínculos con los militares peruanos, pero esto ha sido imposible de confirmar», explica Jochamowitz.
En una entrevista ofrecida poco después de la captura del exasesor de Fujimori, el exministro del Interior y de Justicia de Venezuela, Luis Miquilena, dijo que no se descartaba que algunos miembros de la policía podrían haberlo protegido, pero desestimó que el gobierno de Chávez lo hubiera hecho.
Jochamowitz destaca que para Montesinos su huída a Venezuela y su posterior captura no representó solamente un derrumbe político, sino también psicológico.
«Perdió sus facultades, el control sobre su propia libertad. Cayó en manos de un grupo que quería extorsionarlo, sacarle hasta el último centavo. Finalmente lo traicionaron cuando la presión internacional se hizo demasiado fuerte y desde el poder en Caracas los obligaron a entregarlo y regresó a Perú prisionero», explica.
Poleo, quien además escribió el libro «Tras la huella de Montesinos», respalda la versión de que el gobierno de Chávez inicialmente le habría brindado protección a Montesinos y luego no tuvo más remedio que entregarlo. Algo que el chavismo ha negado reiteradamente.
Su investigación sobre el caso la hizo ganadora del Premio Rey de España en 2001.
Fue el mismo Hugo Chávez quien confirmó la captura del prófugo peruano aquel domingo 24 de junio.
«Agarramos a Montesinos, anoche, en Caracas», declaró a su salida del Hotel Intercontinental de Valencia, Venezuela, donde los cinco mandatarios de la Comunidad Andina de Naciones (CAN) celebraban un consejo presidencial.
«Está en este momento detenido, ya di las instrucciones al ministro del Interior, Luis Miquilena, para comenzar todos los trámites y devolverlo, en menos de lo que canta un gallo, para ponerlo a la orden de las autoridades de la República del Perú», agregó el exmandatario venezolano.
Un regreso altamente mediatizado
Héctor Pesquera, director de la oficina de Miami del FBI de Estados Unidos, informó que la agencia había seguido los movimientos de la cuenta bancaria de Montesinos y detuvo a un venezolano que les proporcionó información clave para lograr con su paradero.
Sus declaraciones contradijeron la información dada por el gobierno venezolano, que había desmentido la intervención del FBI en la captura de Montesinos.
El regreso del exmilitar arequipeño a Perú fue altamente mediatizado. Un día después de su captura, tanto su partida de Caracas como el aterrizaje en Lima fueron televisados.
En la cárcel que él mismo construyó
Jochamowitz recuerda el ingreso del exasesor de Fujimori a la carceleta como una escena muy significativa.
«De las puertas hacia afuera, las cámaras enfocan a un Montesinos angustiado, esposado, rodeado de policías, acosado; pero una vez que entra a la carceleta y se cierran las puertas, hay una cámara que transmite y se percibe una especie de alivio en el personaje», detalla.
«Era como si por fin recuperaba su lugar en el mundo. Cierto que iba a estar preso, pero él ya había estado preso, siempre había vivido en instituciones estatales, colegios militares, cuarteles».
Desde entonces, Montesinos ha enfrentado juicios por más de 60 cargos.
A exactamente 20 años de su polémica captura, cumple varias condenas, incluida una a 25 años de cárcel por crímenes contra los derechos humanos, emitida en 2010 y que culminará en junio de 2026.
Desde su condena, Montesinos ha mantenido un muy bajo perfil mediático.
Se encuentra internado en el Centro de Reclusión de la Base Naval del Callao, una cárcel de máxima seguridad que él mismo mandó a construir en los años 90.
«Él diseñó esa cárcel para hacerle la vida imposible a Abimael Guzmán (líder de Sendero Luminoso), pero la paradoja del asunto es que él mismo terminó allí».
Fuente: BBC News