Escribe: Alex Vargas
En cada campaña electoral varias veces me han hecho esta pregunta y ahora no es la excepción, curiosamente, son colegas periodistas quienes consultan, numerosos ellos. Entiéndase que en el argot de prensa «apoyar» a un candidato significa recibir dinero de él para impulsar su campaña mediáticamente; «asesorar» también le llaman. Es decir, les cae la suya.
No pretendo enarbolar la bandera moralizadora del periodismo imparcial como debe ser (suena utópico porque cada uno tienen principios, valores y antivalores que hacen inclinar un poco la balanza en el tratamiento de la información), pero caer en esto sí causa preocupación. Que una cobertura electoral se convierta en un botín de «chapa tu candidato», apagando la voz crítica y dejando el micrófono abierto, sí amerita una profunda autocrítica del gremio (¿realmente lo hay?).
El asunto llega a tal grado que hasta en los grupos de Prensa de WhatsApp (digan que no) se ‘marketea’ y saca pecho en algunos casos por su aspirante político, tal cual primicia o exclusiva; sin duda, un desagradable fenómeno que se está normalizando y ya traspasa generaciones distorsionando así el verdadero quehacer periodístico.
No está mal «apoyar» a un candidato, hay incluso especialización profesional en eso: marketing político, creo que le llaman; sin embargo, pongámonos de acuerdo: o somos periodistas (con defectos y todo) o no, pero sin medias tintas. Una no es compatible con la otra por obvias razones, sino tiremos al tacho la formación «profesional», que el curso de Ética Periodística sea oficialmente lo que siempre fue para muchos: un curso más para aprobar, una nota jactanciosa, infla pecho, pero vacía; que el Colegio Profesional de Periodistas y otros gremios afines se cambien de nombre, tal vez de Relaciones Públicas, Marketing, etc.; que el 1 de octubre sea una anécdota en la historia de prensa, punto a parte de la tragedia ocurrida esa fecha. En fin, el tema tiene para más.
¿Ustedes, los lectores, qué opinan?