Actualmente, el menor ha sido trasladado a Lima por el Comando Conjunto de las FF.AA., ya que Junín no cuenta con unidad de quemados para niños.
A las 2:30 de la tarde del lunes, Fernando Salazar llegó al hospital Manuel Higa Arakaki de Satipo en compañía de agentes de Serenazgo, llevando a su hijo M.S.R de 8 años en brazos. El niño tenía quemaduras de segundo y tercer grado en el 25% de su cuerpo (rostro, pecho, abdomen, espalda, genitales y muslo). Su estado era crítico, ya que estaba deshidratado y había desarrollado una infección. A las 8:40 p.m., fue llevado a sala de operaciones para recibir tratamiento quirúrgico.
Fernando Salazar relató que fue a visitar a sus hijos a la casa de Leyla Ríos Sanzon, su pareja, ubicada en el sector El Milagro del distrito de Río Negro. Al llegar, escuchó el llanto y los gritos de dolor de su hijo. Otro de sus hijos le informó que hacía 10 días su madre había arrojado agua hirviendo al niño como «castigo» por haber ensuciado la cama. Sin dudarlo, el padre solicitó ayuda para llevar al niño al hospital y recibir la atención que la madre le había negado.
Ayer, el pequeño amaneció más tranquilo, ya consiente y con funciones vitales estables, pero aún tenía mucho dolor.El director del nosocomio, Michael Ponce Padilla, indicó que el menor sería referido a otro hospital de mayor capacidad resolutiva.
La psicóloga Jaqueline Santos, tras conocer el caso y la violencia con la que actuó la madre del menor, aseguró que la violencia física es un constructo social aprendido y hasta normalizado, por lo que los padres confunden, educación, corrección u obediencia con castigo.
Resaltó que en muchos lugares de la región, la calidad de vida de un niño, carece de necesidades básicas y la violencia ejercida por los padres se justifica con la desobediencia y la imitación de conductas aprendidas de los bisabuelos, abuelos, padres, hijos. Incluso desconocen que la violencia es un delito y lo asumen como normal.