El invierno empezó el martes en el hemisferio sur con una campaña para vacunar contra la influenza y otras enfermedades respiratorias en una colina pobre y oculta bajo la densa niebla del sureste de Lima, en medio de un nuevo incremento de contagios de coronavirus en el país sudamericano.
Diana Mucushua, de 33 años, observó desde su cabaña, casi en la cima de un cerro sin flores, cómo las enfermeras del Ministerio de Salud habían armado una carpa de vacunación en un campo de fútbol un kilómetro más abajo. Entonces bajó con su hijo Lucas, de un año, cargado en sus brazos.
Mientras descendía por un camino lleno de tierra, inclinado 45 grados hacia abajo, Mucushua recordó que cuatro familiares suyos fallecieron durante la pandemia del COVID-19 que en Perú ha matado a más de 213,000 y cuyo aumento acelerado de contagios las últimas semanas hacen temer a los expertos gubernamentales que el país esté próximo a ingresar a una cuarta ola de contagios.
“Es baja la temperatura, es horrible, la humedad es más, eso agripa a los niñitos, la ropa no se seca”, dijo Mucushua. Las autoridades meteorológicas dijeron que el invierno empezó el martes y la zona donde los vacunadores realizaban su trabajo iba a ser una de las más afectada por el frío de Lima.
Los expertos han detectado que el 15 de junio se produjo la temperatura más baja en la capital en 26 años con 8.4 grados centígrados. El promedio actual suele ser de entre 12 y 19 grados.
En el campo de fútbol de tierra las enfermeras vacunaron contra la influenza a Lucas y Mucushua aprovechó para llamar por teléfono a la maestra de su otro hijo Mateo, de 3 años, quien asiste a una escuela junto al lugar de la vacunación.
“Me las ingenio para vacunarlos, quiero que sean niños sanos», comentó. Perú aún no vacuna contra el COVID-19 a los niños menores de cinco años.
«De junio a agosto, los niños y ancianos padecen enfermedades respiratorias, por eso los vacunamos contra la influenza, dijo a The Associated Press la enfermera María Quispe, quien junto a su colega Jessenia Jiménez salieron del campo de fútbol a recorrer las cabañas de los vecinos. Más de 30 enfermeras hicieron lo mismo. Eso implica subir decenas de escaleras de concreto u otras pendientes de tierra sin gradas, donde fácilmente pueden resbalarse. Las enfermeras tocaban puertas, se abrían pocas.
“Estos sectores son de la gente más trabajadora, salen a las 4 de la mañana a trabajar, por más que queremos llegar no coincidimos”, señaló Quispe.
Después de vacunar a sus dos pequeños hijos, la señora Mucushua inició el retorno a su casa en la cima de la colina. “Vivo arriba, donde todo está tapado por la niebla”, dijo y se echó a los hombros al más pequeño, mientras su niño de tres años lo seguía.
Caminaron por 20 minutos subiendo más de 80 gradas y otros caminos de tierra, desde donde se divisaba la ciudad desértica, atiborrada de techos de zinc y polvo. Pasaron por un comedor popular con una bandera blanca que significa “ayuda”, explicó Mucushua. En ese lugar compra el almuerzo por medio dólar en medio de la inflación mundial que ha elevado el costo de vida en Perú.
“Todo está caro (costoso), todo ha subido de precio, así nos ayudamos”, dijo la mujer con la nariz sudorosa en un momento de descanso rumbo a su hogar. “Pero no importa, mis hijos se vacunaron”, comentó.