Desde la pandemia, la anemia infantil en Perú ha empeorado considerablemente: en 2024, el 35,3 % de niños menores de tres años la padece, un aumento respecto al 31,4 % en 2019. La situación es crítica por los efectos irreversibles en el desarrollo cognitivo, especialmente en bebés de entre 6 meses y 1 año. La mayoría de regiones del país registran cifras más altas que antes de la pandemia, destacando Amazonas, Loreto y Puno. San Martín es una excepción, con una reducción significativa gracias a políticas regionales eficaces.
Este aumento es generalizado y afecta tanto a zonas urbanas como rurales, y a todos los niveles socioeconómicos. Aunque las intervenciones públicas han mejorado —como el acceso a suplementos de hierro y controles de salud infantil—, la anemia sigue avanzando. Un factor clave sería el deterioro en el acceso a agua potable: solo el 29,4 % de hogares con niños pequeños accede a agua con cloro seguro, lo que favorece enfermedades diarreicas y reduce la eficacia de los suplementos.
Además, la nutrición deficiente durante el embarazo también influye, con un alza en el número de bebés con bajo peso al nacer, especialmente en regiones pobres como Loreto. Para enfrentar esta crisis, los expertos coinciden en que se necesita una estrategia integral que combine salud, acceso a agua segura y mejor atención prenatal.