Escribe: Paúl Acevedo
(Exdirector diario Satélite)
Es penoso decirlo, pero el Colegio de Periodistas al que pertenezco se ha convertido en una institución ornamental al momento de defender los derechos de sus miembros.
A finales del 2017, trece empleados, entre ellos destacados periodistas de larga y comprobada trayectoria, fueron despedidos sin que la empresa editorial para la que trabajaban les reconozca por ley lo que mínimamente les correspondía.
Y así, sin sueldo, y sin siquiera recibir sus beneficios por los años trabajados se han quedado hasta hoy porque su proceso judicial todavía no termina.
En estos días, un nuevo grupo de periodistas será despedido. Todos ellos también son conocidos comunicadores con premios y distinciones por su labor, con producciones editoriales y un sinfín de merecimientos que en estas líneas, créanme, se extenderían por varias páginas.
Sin embargo, en ambos casos, pese al evidente atropello a sus derechos como periodistas y como trabajadores, el colegio profesional no se ha pronunciado. ¿Por qué? No lo sé, pero tengo mis sospechas.
Ojalá en este tema tan grave que podría replicarse en otras empresas con otros colegas, el Colegio de Periodistas tuviera la misma celeridad y firmeza defensiva de cuando en un comunicado público de dos extensas páginas exigió los tres puntos de un partido de fulbito jugado en el campeonato Intercolegios Profesionales. Así estamos.