Los pasaportes de inmunidad o de vacunación han sido nombrados como una herramienta que ayudaría a regresar a la normalidad.
A través de su uso se podría reactivar, por ejemplo, el turismo. Sin embargo, algunos dicen que podría significar una medida discriminatoria, considerando que hay países que no tienen un acceso equitativo a las vacunas.
Las vacunas y el pasaporte de inmunidad

Las vacunas contra el COVID-19 son una realidad y al momento se han administrado más de 919.600.500 dosis de la vacuna y más de 207.978.800 personas están ya completamente vacunadas, número que representa el 2,73% de la población mundial, según cifras de la Universidad Johns Hopkins.
Sin duda que son buenas noticias, considerando que las vacunas se han desarrollado en menos de un año y que mucha gente se está ya beneficiando.
Ante esa realidad, y en un intento de favorecer el comercio y el turismo internacionales, algunos países han presentado la idea de que sería conveniente que quienes ya están completamente vacunados porten un tipo de documento que atestigüe esa condición.
¿Qué es un pasaporte de vacunación?

En otras palabras, ese documento en papel o electrónico bautizado como pasaporte sanitario o de vacunación, especificaría:
- Qué tipo de vacuna recibió la persona,
- El lote de esas vacunas y la fecha en que se las aplicó,
- Y podría ser usado para tener acceso a ciertos lugares que lo requieran, como:
Restaurantes, Espectáculos públicos u otros lugares que los soliciten o serviría para viajar a los países que lo requieran.
Con ese pasaporte de inmunización, piensan algunos, se permitiría regresar a algunas de las rutinas de vida que se tenían antes de la pandemia, y a que se reinicien lo más pronto posible, los viajes de negocios y de placer.
Sin embargo, hay algunos problemas que deben resolverse antes de que esos pasaportes sanitarios puedan implementarse. Unos son de tipo biológico y otros de tipo ético y legal.
La implementación de este pasaporte desde el nivel ético

Desde el punto de vista biológico se ha encontrado que puede que algunas vacunas no sean tan efectivas contra las nuevas variantes del SARS-CoV-2.
Tan importante es este hecho que la Administración de Medicinas y Alimentos de Estados Unidos ha publicado guías para que los fabricantes de las vacunas puedan adaptar sus productos a las nuevas variantes.
De poco serviría entonces que una persona tenga un pasaporte de vacunación y que pueda portar o ser susceptible de infectarse con una variante en su lugar de destino o llevar el virus a su país de origen.
Desde el punto de vista legal

Desde el punto de vista legal, se ha argumentado entre otras cosas que no siendo la vacunación obligatoria, no sería justo solicitar un documento de vacunación si la persona decidió que no quiso vacunarse.
Esto, según algunos especialistas, constituiría un acto discriminatorio. No todos opinan lo mismo, claro.
Por otro lado con el desarrollo de los programas de inmunización contra COVID-19, se ha revelado una enorme desigualdad en la adquisición y distribución de vacunas, calculándose que los países más ricos del mundo tienen la mayor parte de las vacunas producidas hasta ahora.
El problema de la desigualdad al acceso de las vacunas

Aunque algunos estados en Estados Unidos están a favor de esos pasaportes de inmunidad, Nueva York tiene un programa experimental llamado Excelsior de IBM para acceder a ciertos lugares si se ha vacunado o tiene una reciente prueba negativa de COVID-19. Otros estados, como Florida y Texas se oponen vehementemente por considerarlo un atropello a la libertad individual.
No se sabe aún qué es lo que pasará con esta idea de los pasaportes de inmunidad. Es posible que, por ahora, continúe siendo una iniciativa de algunas empresas privadas.