Estudiosos pasaron varios años en su búsqueda a lo largo de la costa noroeste sudafricana.
La última vez que un topo dorado de Winton había sido visto era 1936, cuando las computadoras todavía no eran masivas. Hoy, con ayuda de nuevas tecnologías y el análisis de ADN ambiental del suelo fue posible encontrarlo y evidenciar que aún existe esta peculiar especie, aunque en grave peligro. El topo dorado de Winton, de nombre científico Cryptochloris wintoni, es una especie muy esquiva y registrada por última vez en 1937, en la localidad de Port Nolloth, en la costa occidental de Sudáfrica, según indica el estudio donde se describe su hallazgo, publicado en la revista Springer.
Respecto a sus rasgos físicos, se trata de una criatura de aspecto rollizo, pelaje corto y denso, color gris claro y tinte amarillento, que puede alcanzar los 70 a 85 milímetros de largo. Una característica que resalta de su apariencia es que carece de ojos, pues no los necesitan, debido a que pasan la mayor parte de su vida bajo el suelo, excavando túneles. Para ello, cuentan con garras puntiagudas en sus patas.
Para poder localizar al topo dorado de Winton, el equipo de científicos aisló 49 muestras de ADN ambiental recogidas de distintas partes del suelo, a lo largo de la costa oeste de Sudáfrica, desde la Bahía de Lambert hasta Port Nolloth. El ADN ambiental es material genético que procede de cabello, piel, orina, heces, sangre o cadáveres de organismos que pueden estar presentes, en cierto grado de degradación, ya sea en agua, suelo o sedimentos.